Un
paseo por el campo
Salí
junto a mi perro por el sendero que desciende por el barranco a la
rambla allí entre roquedales árboles y arbustos florales seguía
caminando con el frescor y el aroma, iba a llegar pronto a donde me
había propuesto un lugar que siempre conocía, no era igual que
siempre ya habían pasado cuarenta años en aquel lugar y algo
siempre tenía que hacer, solo daba vueltas por los mismos sitios de
siempre, aunque hastiada Semper descubría algo nuevo e interesante
que me alegraba por unos segundos, no creo en la espontaneidad de
algo, ni el accidente revelador, sabía que todo hay que estudiarlo y
trabajar, no era difícil en soledad ocuparte de lo que más te
atrajera, pero aquel día era una obligación, el clima de verano y
la necesidad que en aquellos día se desataba no me quedaban opciones
así que fui por quinta vez a ver como estaba el manantial único por
estos parajes, ya me había explicado el señor que sabía cómo eran
este tipo de minas de agua, donde el agua brota y se retiene entre
piedras de bóveda así cumplí mi misión una vez más, resignada,
que igual moriría, pero no tenía nada.
No
pasó nada transcendental ni un ángel se posó sobre mi espalda, ni
siquiera disfrute la paz que me era tan apropiada, solo observe aquel
rincón arbolado y la antepuerta en forma de pasadizo, me senté con blanco el querido perro pastor que me acompaña, recogimos una cerezas
blancas semi-abandonadas y seguimos el camino hasta encontrar un nuevo
sendero, pero esta puede ser otra historia.